Hace mucho tiempo, existió una escritora frustrada cuyo nombre era María Ahufinger. ¿Qué pasó con ella? Que terminó hasta las narices de que las personas le ocultaran cosas; de los dobles filos y de los «No era mi intención decir éso».
Dicha escritora, se planteó seriamente coger una motosierra y ponerse a cortar cabezas, pero, ¿sabéis qué? Que tampoco podría ser ese su castigo hacia ellos, porque ella a veces había actuado como éstos. Seamos francos, ¿quién no ha ocultado algo a alguien, e incluso mentido, con tal de no herirle o preocuparle? Já; jodido mundo. Cuando queremos las mentiras son malas y, cuando no, piadosas.
Pero bueno, ¿es que las mentiras no son mentiras? Coño; no me liéis más, ¿eh?
Hace mucho tiempo, existió una escritora frustrada, cuyo nombre era María Ahufinger, que empezaba a plantearse si tenía algún problema con el mundo, puesto era incapaz de ver las cosas de otros colores que no fueran el blanco o el negro. Para ella no existía el gris.
Y ahí estaba ella, de mala leche y cabreada por algo a lo que no le debería de dar tanta importancia.