11 jul 2012

Y sí, sé que ésto os importa una mierda.




Hace mucho tiempo, existió una escritora frustrada cuyo nombre era María Ahufinger. ¿Qué pasó con ella? Que terminó hasta las narices de que las personas le ocultaran cosas; de los dobles filos y de los «No era mi intención decir éso».

Dicha escritora, se planteó seriamente coger una motosierra y ponerse a cortar cabezas, pero, ¿sabéis qué? Que tampoco podría ser ese su castigo hacia ellos, porque ella a veces había actuado como éstos. Seamos francos, ¿quién no ha ocultado algo a alguien, e incluso mentido, con tal de no herirle o preocuparle? Já; jodido mundo. Cuando queremos las mentiras son malas y, cuando no, piadosas.

Pero bueno, ¿es que las mentiras no son mentiras? Coño; no me liéis más, ¿eh?

Hace mucho tiempo, existió una escritora frustrada, cuyo nombre era María Ahufinger, que empezaba a plantearse si tenía algún problema con el mundo, puesto era incapaz de ver las cosas de otros colores que no fueran el blanco o el negro. Para ella no existía el gris.

Y ahí estaba ella, de mala leche y cabreada por algo a lo que no le debería de dar tanta importancia.

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5 feb 2012

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 Dibujo realizado por mi amigo Ty.

La princesa Soledad miró inquisitivamente a la señorita Ahufinger. Ahora que había madurado era consciente de algunos hechos difíciles de ignorar.

—¿Cuál es el auténtico color de mi cabello? —quiso saber Soledad con vehemencia. Había tantas preguntas de las que quisiera conocer respuesta. La señorita Ahufinger suspiró, antes de sonreír divertida; le complacía la idea de que Soledad demandara por su identidad.

—Depende... —tanteó la novel escritora. Soledad frunció el ceño, ansiosa.

—Explícate —insistió la bella princesa—. Escribiste multitud de textos sobre mí y en ellos varía arbitrariamente el color de mi cabello; desde el negro azabache hasta el rojo escarlata. Me resulta imposible determinar qué hebras verdaderamente me pertenecen.
 
La seroñita Ahufinger ordenó las ideas en su cabeza, orgullosa de Soledad; eran tan emprendedoras las preguntas que le inquiría.

—Depende de cómo te evoque tendrás el pelo de un color u otro —tanteó la tejedora de historias, preguntándose internamente cómo empezar—. Si te evoco como princesa desvalida tu cabello será negro y tus ropajes frescos y elegantes; si te evoco como alma atormentada por la bruja del Miedo tu cabello será rubio claro, y tus ropajes viejos y raídos cual vagabundo; si te evoco como princesa libre tu cabello será sangre, y tus ropajes tendrán un tono que eclipsará a los pigmentos del fuego.

Soledad vaciló, confusa.

—No lo entiendo... —logró articular—. ¿Acaso tiene relación alguna mi cabello con lo que soy?

La señorita Ahufinger asintió confiada, antes de pasar con suavidad su mano derecha sobre su frente; retirando un mechón rojo de su rostro orgulloso de autora primeriza.

—Tiene mucho que ver; tu pelo es un reflejo de tu identidad;. él cambia acorde a ti.

Soledad reflexionó; su mirada bailaba del rostro de la señorita Ahufinger al frío asfalto. Finalmente, preguntó:

—Y ahora... ¿De qué color es mi pelo?

—Rojo —contestó la escritora sin un ápice de duda—; el color de la fuerza, del fuego, de la sangre, del sacrificio —su voz se silenció durante unos breves segundos—. Aunque en ocasiones recree tus hebras de otro tono tu auténtico «Yo» tiene el cabello escarlata. Te tornaste fuerte; mataste a tus dragones y ganaste tus batallas. Pero éso es algo que sólo sabemos nosotras, y por ello debo de mostrarte en ocasiones como débil o condenada, para que así el lector pueda conocer el transcurso de tu historia.

Ante aquellas palabras, la princesa Soledad no pudo hacer otra cosa que no fuera sonreír.

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2 ene 2012

Sofía

Anoche, a las tantas de la madrugada, me puse a pensar en Sofía. Hacía mucho tiempo que no me acordaba de ella, o mejor dicho, que no me ponía a cavilar sobe su vida.

Sofi es una chica que no se dejaba llevar por la multitud y que era diferente a los demás. Normalmente este tipo de personas no cambian y deciden seguir su propio camino en lugar del que les es impuesto por la sociedad, pero desgraciadamente, en el caso de Sofía no es así. Ella se vuelve como los demás quieren que sea como consecuencia de la muerte de sus padres.

Cuando los progenitores de Sofía fallecen ella aspira a llegar lejos y a que su padres la vean como una triunfadora. Obviamente, piensa que comportándose de una manera socialmente aceptada conseguirá llegar a su meta.

Sofi no cae en la cuenta de que todas aquellas personas que han dejado su estela en el mundo no son como los demás. Por cambiar, pierde a todos sus amigos y deja de ser feliz; se torna una autómata que hace todo a desgana y nada a consciencia. Es una mera pasajera de la vida; únicamente se deja llevar por la corriente del tiempo.

He pensado en empezar a escribir su historia, pero me da miedo. ¿Por qué? Porque es un relato meramente psicológico y puede que el lector se aburra con él. Me horroriza pensar que esta historia sea semejante a La plaça del Diamant y todo el mundo la aborrezca.

Pero, ¿sabéis qué? Uno escribe lo que le gusta. Yo escribo para mí, y después para los demás, así que narraré la historia de Sofía y confiaré en que su vida sea un reflejo de los peleles en los que la sociedad quiere que nos convirtamos.
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