28 nov 2011

Cosas que me paro a pensar

¿Sabéis qué? En este mundo encuentro un gran número de cosas a las que no encuentro explicación. Una de ellas es el trato que da la sociedad a los homosexuales. Sí, sí; éso de que se les vea como si estuviera mal lo que hacen.

Se quieren, y el amor es uno de los sentimientos más tiernos y puros del mundo. Es hermoso.

¿No véis lo monos que son? A mí me resulta imposible pensar que dan asco; odmitiendo el hecho de que soy yaoísta.

Y ahora me diréis "Marietta, hablas sin saber". Pues no; ha. Conozco a bastante gente homosexual y bisexual y cabe añadir que son igual que cualquier otra persona que te puedas encontrar por la calle, ya sabéis; los gays si no respiran se mueren, y si les cortas sangras. Hechos fundamentales en la biología humana.

Mentalmente también puedo corroborar que en poco se diferencian a un heterosexual; los gays tienen sueños, expectativas, y aspiran tener una vida mejor. Como todos, vamos.

Yoru, mi personaje de "Y que la Luna sea Testigo" es gay, del mismo modo que su hermano Kisuke. El hecho de que compartan sangre y estén enamorados mutuamente dificulta su relación. Sólo tienen trabas, trabas, y más trabas. Está claro que nunca podrán estar juntos, y que deberán de olvidarse el uno del otro.

Duro, ¿eh? Bastate le jode a un homosexual tener que aguantar comentarios homófobos como para que también, en el caso de Yoru y Kisuke, tenga que pelear contra sus circunstancias natales.Deberán de luchar contra la sociedad; contra todo lo que nos han enseñado que es correcto desde pequeños, para así poder ser felices juntos.

¿Lo harán? Puede ser. Aunque de todos modos que lo intenten no garantiza el éxito en su batalla. Seamos sinceros; tienen más posibilidades de perecer que las que yo poseo de aprobar filosofía con un diez. Pobrecitos.

Y es que lo cierto es que tanto Kisuke como Yoru son unos luchadores y no se rinden fácilmente. Por éso les admiro tanto.


Son como los chicos de esta foto de arriba; manifiestan sus gustos, hacen acopio de ellos con todas sus fuerzas; no se avergüenzan de ellos. Porque es lo que toca hacer. Somos quienes somos, y no debemos de renunciar a nosotros mismos.

<span class=

27 nov 2011

Rubén Darío

La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.

El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y vestido de rojo piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.

¿Piensa, acaso, en el príncipe de Golconda o de China,
o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz?
¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes,
o en el que es soberano de los claros diamantes,
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?

¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar;
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de mayo
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.

Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y están tristes las flores por la flor de la corte,
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
de Occidente las dalias y las rosas del Sur.

¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real;
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.

¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
(La princesa está triste, la princesa está pálida)
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe,
—la princesa está pálida, la princesa está triste—,
más brillante que el alba, más hermoso que abril!

—«Calla, calla, princesa —dice el hada madrina—;
en caballo, con alas, hacia acá se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con un beso de amor».
—Rubén Darío.
<span class=

So difficult


Tengo un amigo que se llama Yoru, el pobre está enamorado de su hermano Kisuke y no sabe qué hacer. Él es un chico tímido e introvertido que no encuentra modo alguno de afrontar y asimilar la complejidad de sus sentimientos.

Yoru es un joven no muy alto, de piel pálida y ojos increíblemente claros; de color verde con islitas marrones, amarillas y rojas adorando a su oscura pupila. Su cabello tiene mechones de alternativos tonos: rubios y en ocasiones naranjas dependiendo de donde le dé el sol. Sus hebras son suaves y sedosas al tacto.

Mi pobre Yoru es tan delicado que en ocasiones algunas personas le confunden con una mujer y se dejan llevar por el parpadeo de sus largas y curvas pestañas. A Yoru eso no le importa, está tan acostumbrado que ha aprendido a afrontarlo tomándoselo a risa. Todo lo contrario que le ocurre a su hermano Kisuke, él siempre entra en cólera cada vez que alguien asedia a Yoru o lo confunden con una mujer. ¡¡Kisuke y su temperamento!! ¿Vosotros lo conocéis?

Muchas veces he pensado que tanto como Yoru ama a Kisuke, la cosa podría ocurrir al revés. Pero claro, dudo que sea bueno; tienen la misma sangre ¡Imagináos la que se podría montar! Yoru me da pena, en algunas ocasiones le he visto llorar a la luna por Kisuke; anhela que él le toque y que le vuelva a hacer caso. Y es que Kisuke últimamente no quiere saber nada del pequeño Yoru, y no creo que éso esté bien.

Sí, realmente pienso que ambos están enamorados, pero claro, lo suyo es imposible. Y es que el romance en ocasiones es muy complicado...

<span class=